La relación de la humanidad con el planeta está cercana a su límite de ruptura. Esto se debe al exceso de población en la tierra, a la instintiva ansia o deseo exagerado de consumir, poseer o dominar de los seres humanos y a modelos ya poco adecuados para construir la civilización.
El avance de la ciencia mejoró en forma exponencial el conocimiento del mundo y la tecnología ha mejorado cualitativamente y cuantitativamente la vida humana. La ciencia y la tecnología indirectamente son los responsables del gran incremento de la población en la tierra. Nada más ni nada menos que 4500 millones de habitantes en sólo 63 años (en 1950 había 2500 millones de habitantes en la tierra) con toda una problemática asociada: la necesidad de generar más energía, producir más alimentos, revertir la contaminación producto de la actividad creciente de la mayor población y de disminuir los exorbitantes gastos en salud. El mayor consumo generalizado resulta un campo fértil adecuado para quienes quieren incrementan su poder y dominio incentivando la debilidad natural los individuos de consumir y poseer. De ambas circunstancias surge con mediana claridad la obsolescencia de los viejos modelos sobre los que se construyó la civilización humana, cada vez más decadentes y desplazados por una nueva autoorganización azarosa producto de los avances de la ciencia-tecnología, el vertiginoso aumento de la cantidad de habitantes y la voracidad humana. Nuestro planeta está a la deriva. No existe un nuevo modelo de organización pensado para todos, sólo planes para concentrar y aumentar el poder en unos pocos grupos poseedores mayoritarios de los recursos económicos. Revertir la situación implica utilizar los desarrollos científicos-tecnológicos para generar los recursos necesarios, en tiempo y forma, tratando de remediar la parte de la culpa que les compete. Implica un nuevo modelo de civilización amigable con la naturaleza capaz de no utilizar más combustibles fósiles descentralizando la producción de la energía, factor clave en la concentración del poder actual. Implica descentralizar la producción de alimentos, produciéndolos en todas partes, no sólo en las caras tierras aptas para cultivo. Implica utilizar biofábricas ecológicas (transgénicas o no) para producir utilizando radiación solar, consumiendo dióxido de carbono en procesos sin humo y catalizados por enzimas. Implica secuenciar el genoma de cada ser humano para tener un diagnóstico precoz y evitar el gasto en el sistema de salud inherente a enfermos crónicos y enfermedades terminales. Implica, implementar con cierta prisa, el Plan B. B de Bioeconomía, B de Biotecnología y B de Biofábrica ecológica.
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